Cómo Dejar de Tropezar con las Piedras del Pasado y Disfrutar (¡Por Fin!) del Presente
¿Tu Pasado te Persigue Más que la Canción del Verano? ¡Liberémonos Juntas! y ¡A Sanar Se Ha Dicho!
¡Hola, valiente!
¿Alguna vez has sentido que, hagas lo que hagas, hay una especie de «eco» del pasado que te sigue a todas partes? Como esa canción que se te pega y no hay manera, o ese recuerdo que salta sin avisar en el momento más inoportuno (generalmente cuando estás intentando estar zen, ¡claro!). Quizás te encuentras reaccionando de formas que ni tú entiendes, o repitiendo patrones que juraste dejar atrás. Si te suena, respira hondo, porque no estás sola en esto. ¡Para nada!
Hablamos de esas famosas heridas emocionales. Suena un poco dramático, ¿verdad? Pero en el fondo, son simplemente esas experiencias chungas que todas hemos vivido (rechazo, alguna que otra decepción amorosa que nos dejó temblando, injusticias que nos hicieron gritar por dentro…) y que, si no las miramos con cariño y les damos un poquito de atención, se quedan ahí, como un grano de arena en el zapato, molestando en nuestro día a día.
Y mira, quiero serte súper sincera: sanar esas heridas no es como quitarse una tirita y ¡listo! Ojalá. Pero te prometo que es uno de los viajes más transformadores y liberadores que puedes emprender. Es como quitarte una mochila llena de piedras que ni sabías que llevabas. ¿El objetivo? ¡Vivir más ligera, más tú, y disfrutar de este presente que se nos escapa entre los dedos! Así que, si te animas, te cuento algunos pasitos que a mí, y a muchas personas, nos han ayudado un montón.
Entendiendo el «Ay, ¿Esto de Dónde Salió?»: Un Vistazo a Nuestras Heridas
Antes de ponernos el traje de superheroína sanadora, vamos a cotillear un poco sobre estas heridas. Como te decía, pueden venir de muchos sitios:
- Esa vez en el cole que no te eligieron para el equipo.
- Algún comentario desafortunado de alguien que querías.
- Relaciones que terminaron regular (siendo generosas con el término «regular»).
- Sueños que se quedaron en el tintero y nos dejaron un sabor amargo.
- Momentos en los que nos sentimos pequeñitas e indefensas.
Y lo más curioso es cómo estas viejas historias se disfrazan en nuestro presente:
- Esa vocecita interna que te dice «no eres suficiente» (¡mentira cochina!).
- Un miedo terrible a que te dejen o te rechacen (y acabas tú alejando a la gente, ¡ironías de la vida!).
- Desconfiar hasta de tu sombra.
- Ponerte tú misma la zancadilla cuando algo bueno está por llegar (¡el famoso autosabotaje!).
- Saltar a la mínima como si te hubieran pisado un callo invisible.
- Decir «sí» cuando quieres gritar «¡NOOOO!» con todas tus fuerzas.
La cosa es que, si las ignoramos y pensamos «bah, el tiempo lo cura todo», a veces lo único que hacemos es dejar que la herida se haga más grande y nos siga fastidiando. Y, sinceramente, ¡ya hemos tenido suficiente de eso, ¿no crees?!
Vale, Manos a la Obra: Pasitos (con mucho amor) para Sanar y Abrazar el HOY
Aquí no hay fórmulas mágicas, pero sí mucho de autocompasión y ganas de estar mejor. ¡Vamos allá!
- «Hola, Heridita, Te Veo»: Reconocer sin Dramas (pero con Honestidad)
- El primer paso, y a veces el más complicado, es admitir que esa herida está ahí. Sin dramas, sin culpas, sin pensar «qué tonta soy por sentir esto». Simplemente, está.
- Y cuando la veas, permítete sentir lo que venga: tristeza, rabia, un poquito de susto… ¡Todo es válido! Es como cuando te das un golpe: duele, y no pasa nada por reconocerlo.
- Un pequeño truco que ayuda un montón: Coge un cuaderno (ese que tienes guardado para «ocasiones especiales», ¡esta es una!) y escribe sobre eso que te duele. Sin filtros, sin pensar en la ortografía, solo tú y el papel. Es súper liberador.
- Modo Detective Cariñoso: Entender y Darle una Vuelta a la Tortilla
- Ahora que la has saludado, intenta entenderla un poquito mejor, pero desde tu «yo» de ahora, la adulta maravillosa que eres. ¿Qué te enseñó esa experiencia, aunque doliera? A lo mejor te hizo más fuerte, o te abrió los ojos a algo.
- ¡Importante! Tú NO eres esa herida. Eres mucho más que esa experiencia. Esa herida es solo una parte de tu historia, no tu identidad completa.
- Cuestiona esas ideas feas que quizás se te quedaron grabadas («no valgo», «nadie me querrá»). ¡Son solo pensamientos, no verdades absolutas! Y te digo un secreto: la mayoría son mentira.
- Un ejercicio que te puede sacar una sonrisa (o una lagrimita de emoción): Escríbele una carta a esa versión tuya más joven que pasó por ese mal trago. Dile lo que necesitabas oír entonces, dale un abrazo de osa en palabras.
- Mimos y Apapachos: Autocompasión en Vena
- Si una amiga tuya estuviera pasando por esto, ¿qué le dirías? Seguro que serías un solete con ella. Pues, ¡haz lo mismo contigo! Háblate con cariño, con paciencia.
- Este es el momento de activar el «modo spa emocional». ¿Qué te nutre? ¿Un paseo por la naturaleza? ¿Pintar mandalas aunque no sepas ni por dónde empezar? ¿Bailar como si nadie te viera en el salón? ¿Devorar ese libro que tienes pendiente? ¡Hazlo! Y si necesitas un día de pijama y Netflix, ¡también se vale!
- Y, por favor, aprende a decir «NO» cuando algo no te apetezca o te haga sentir mal. Es un acto de amor propio GIGANTE.
- «Adiós, Mochila de Piedras»: Soltar y Perdonar (si te nace, y cuando te nazca)
- El perdón… ¡qué temazo! Aquí no se trata de decir «no pasó nada» o de volver a ser amiga del alma de quien te hizo daño. ¡Para nada! Perdonar, cuando te sientas lista, es un regalo que TE haces A TI. Es soltar esa rabia, ese rencor que te pesa y no te deja avanzar.
- Y, súper importante: perdónate a ti también. Por no haber sabido hacerlo mejor, por haberte quedado más tiempo del debido, por lo que sea que te estés echando en cara. Hiciste lo que pudiste con las herramientas que tenías. ¡Y eso está bien!
- Un pequeño ritual con magia: Escribe en un papel todo eso que quieres soltar. Léelo en voz alta si te atreves. Y luego, ¡despídete de él! Puedes quemarlo (con cuidadito, ¡eh!), romperlo en mil pedacitos, o enterrarlo en una maceta y plantar algo bonito encima. ¡Súper simbólico!
- ¡Hola, Presente! ¡Qué Guapo Estás Hoy!: Conectando con el Aquí y Ahora
- El pasado ya pasó, y el futuro… ¡ya veremos! Lo único que tenemos de verdad es este preciso instante. Intenta saborearlo. Un cafecito por la mañana, el sol en la cara, una conversación bonita…
- El mindfulness (o atención plena) es una herramienta genial para esto. Hay miles de apps y vídeos gratuitos. ¡No necesitas convertirte en monje budista! Con unos minutitos al día, notarás la diferencia.
- Empieza a escribir una nueva historia sobre ti. Una donde seas la prota fuerte, resiliente y capaz que ya eres.
- Y cada pasito que des, por chiquitito que sea, ¡celébralo como si hubieras ganado la lotería! Porque sanar, querida, es un acto de valentía enorme.

«Oye, ¿y si esto me supera un poco?» Buscando un Flotador Profesional
Mira, quiero serte súper honesta: hay veces que, por mucho que le pongamos ganas, hay heridas que son más profundas o que se nos hacen bola. Y no pasa NADA por pedir ayuda. De hecho, es de ser muy inteligente y muy valiente. Un buen terapeuta o psicólogo es como ese guía de montaña que te ayuda a subir por el camino complicado, te da herramientas y te acompaña para que no te pierdas. Terapias como el EMDR, por ejemplo, hacen maravillas con los recuerdos que duelen. ¡No tienes que pasar por esto sola!
Un Abrazo Fuerte y ¡A Brillar!
Sanar esas cositas del pasado es un proceso, ¿sabes? No es una carrera de 100 metros lisos, sino más bien una maratón en la que a veces irás más rápido, otras más despacio, y alguna vez te tocará parar a coger aire. Y está perfecto. Lo importante es que sigas caminando, con mucho amor y paciencia hacia ti misma.
Recuerda que eres increíblemente resiliente. Dentro de ti tienes una fuerza que ni te imaginas. Permítete sentir, aprender y crecer. Y, sobre todo, abrázate muy, muy fuerte en cada paso del camino. Te mereces toda la paz y la felicidad del mundo.
Ahora te toca a ti, si te apetece:
¿Hay algo de todo esto que te haya hecho «clic»? ¿Algún pasito que te veas empezando a dar? Me encantaría leerte en los comentarios si quieres compartir algo. Y si crees que estas palabras le pueden venir bien a alguien que quieres, ¡no dudes en compartirle este pequeño salvavidas!
Y recuerda, en este blog encontrarás más cositas para seguir mimándote y creciendo. ¡Porque te lo mereces TODO!
¿Qué tal así? ¿Sientes ese abrazo y esa cercanía? ¡Espero que sí! Paséate por nuestro menú, para más información. ¡tú mandas!
Si te ha gustado esta entrada, ¡compártela!